domingo, 4 de enero de 2009

con cascabel


Calcuta.- India.- Abril 07
No sé ni como se llama y nos daba igual. No nos preguntamos nunca el nombre, no hizo falta porque desde el primer momento al estrecharnos la mano se canalizaron todas las energías de respeto y cariño del uno con el otro.
Es conductor de rickshaw en Calcuta
, pero a pie. Corriendo transporta personas y lo que se le suba, descalzo. Le regalé la camiseta de fútbol de la empresa de los Pascus, le quedaba muy mono. Viví con él una historia muy bonita.
Me llamaba mucho la atención un enorme cascabel que utilizan todos los hombres que se dedican a correr con este carromato. Les sirve para avisar a peatones, otros rickshaws, perros y cualquier otro objeto viandante que quieren adelantar, que están circulando, vamos, para darse a conocer.
Lo más curioso de todo es que además de transportar mercancías y personas también aireaban con su tránsito un cachondeo, alegría y sonrisas por toda la ciudad de Calcuta
.
Es como un código entre ellos, no escrito, una actitud y mentalidad colectiva por la que han elegido pasárselo bien corriendo descalzos sobre el asfalto con 40 grados de temperatura. Saludos, gritos, sonrisas con complicidad entre ellos cuando se cruzan a toda velocidad, silbidos, maniobras acrobáticas por los pequeños huecos de las mareas humanas y de vehículos que en Calcuta fluyen bajo su sonrisa.
No sé si es el ejercicio constante que hacen, no sé si es el requisito imprescindible para entrar a formar parte de esta empresa pero han logrado el calificativo de La Ciudad de la Alegría.
El cascabel me tenía entusiasmado
, ya es andar por la ciudad y escucharlo constantemente, y es entonces cuando sin querer sonreía. Este es el motivo por el que quería uno de recuerdo. Buscando dos días entre tenderetes, mercadillos y demás direcciones que me daban los lugareños no encontré nada. Momento de rendirse.
Me dí cuenta que tenían un código
entre toda la población para no vender al turista este tipo de cascabel y así venderlos directamente por el conductor a precio más caro, claro está.

Ricardín no te queda otra que pasar por el aro. Y después me dí cuenta que era la oportunidad de conectarme con uno de ellos para que me vendiera uno. El primero que me encuentre, a ese se lo pido, me dije. Me ofrecía el suyo, a lo cual me negué. Le dije que ellos sabían donde conseguirlos. Aceptó. Y puso condiciones, un paseo hasta el lugar secreto donde los adquiría. Le dije con el lenguaje universal que por favor no me pidiera eso ya que no acepto de buen grado montarme en un carro para ser transportado por otra persona.
El también me respondió con su lenguaje universal entendiendo que los turistas no se quieren montar porque creen que están explotando a personas. Me dio a entender
que es algo cultural, que si yo no monto él seguirá transportando otro tipo de enseres. Son ellos mismos los que han elegido esa forma de vida. Y dan gracias porque un jefe les alquila el aparato-carro para poder salir adelante.
Solo por el tacto humano con que se daba a entender, y en su lenguaje sutil me estaba ofreciendo un paseo con un “por favor accede, acepta” que finalmente me dejé llevar.
Estuvo dándole zapatilla unos 20 minutos, llegamos un poco a las afueras. Como si traficantes de droga se tratara me dijo: wait, wait five minutes. Se perdió por unos callejones, desapareció como no queriendo revelar el lugar donde se podían adquirir. Y me trajo dos enormes cascabeles nuevos envueltos en periódicos indis. Con la sonrisa por delante no hace falta negociar el precio, de un cascabel o de cualquier cosa.
Es curioso, con la sonrisa por delante le doy el dinero, y sin mirar la cantidad, la acepta, la guarda sin contar cuánto le doy. Es el negocio de la sonrisa.

Él ha percibido que le he dado lo mejor de mí, la amistad, un encuentro, comprensión, UNA SONRISA SINCERA. Siento que se siente recompensado por estos valores, que le llenan mucho más, le llenan el corazón.
Cuando cargo mi mochila con lo material, pesa. Cuando me lleno de abrazos, estrechar una mano, carcajadas, risas me siento limpio, ligero, libre, me siento genial.
El motivo de este objeto no es un
mero capricho, sino que siempre lo llevo encima, y suena muy a menudo. Y cada vez que se produce el sonido recuerdo esta historia y sobre todo se me escapa una sonrisa, una sonrisa de vida como la de estas personas, como la de este conductor. Y me freno, me paro, se me pone el rostro nostágico-risueño-sonrisa por unos segundos. Me doy cuenta de lo privilegiado que soy por la vida que tengo y continuo mis quehaceres que estaba haciendo.

Y así se me van los días en mis viajes, buscando un cascabel en Calcuta, un durián en Pekín, un llavero con el nombre
de mami por Nueva York, o buscando bicis raras por Berlín. Lo cierto es que esta forma de viajar me ha dado experiencias, encuentros y sobre todo SONRISAS inolvidables, con sorpresas, imprevistas. Me levanto y digo: “que me pasará hoy si solo quiero generar-cazar unas sonrisas”.

Y al acabar el día reconozco, “Ricardín la que has armado en pleno mercado, en la calle, en la estación por una sonrisa, eres la ost……”
Fue una historia inolvidable, muy tierna
. Trabaja desde las ocho de la mañana hasta 9 de la noche que se retira a asearse y cenar un poco. Cuando consigue ahorrar un poco va a ver a su familia a Bihar. Muchos como él no son de Calcuta sino de localidades cercanas.

Me dice que descalzo se controla más el carro este. Y como me lo dice con una sonrisa…. pues genial.

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