domingo, 4 de enero de 2009

ejemplares

Calles de Saigón.- Vietnam.- Agosto 05

Reunión de amigos en callejuelas cerca del barrio chino. El abuelín de la derecha acaba de reconvertir su negocio. Toda la vida dando pedales a una bici para transportar a viajeros.
Es una de las profesiones más bonitas y que más admiro en toda Asia y resto de países. Una bici, se la acopla unos asientos, adelante o atrás dependiendo de la moda del país y listo. Ahora se dedica a poner cafés y tés, es el momento de parar, las piernas están para otros menesteres. Por cierto el café vietnamita el mejor del mundo. Lo tuestan con manteca, apoteósico el sabor y el aroma.

El de la gorra es el cliente que tienen todos estos tipos de negocios que no se dedica a nada, que la mayor parte del día la pasa sentadito, comentando cualquier jugada de la calle, de sus vidas. Pide un té al de adelante y un pitillo al de atrás.
El señorín sentado del fondo es precisamente la razón que da el título a la foto. Un encanto, una delicia. Hablaba un inglés básico perfecto. Me dijo que lo aprendía por su negocio. Se dedica a vender cigarros y claro cuando los guiris paraban a comprar con lo majo que
es, una charla breve siempre cae. Y poco a poco ha ido adquiriendo más soltura y al final se defiende perfectamente.
Y para mí su sonrisa es ejemplar, me enseñó muchas cosas. Como una persona a pesar de sus limitaciones físicas (le faltaba una pierna) puede mantener la alegría si así lo elije. Su falta de movilidad hizo que tenga que montar ese puesto en plena calle.
Esto no fue inconveniente para estar siempre alegre, ver el lado positivo de la vida, aceptarla tal cual viene, sentirse siempre alegre dando las gracias por lo que ya tenemos.

Me recordó también a mucha gente en Palencia con esa actitud, compañeros de trabajo, la frutera de la plaza
de abastos, Goyo, Emilio, Pinti, Palo, y por supuesto mi Padre.

Como a pesar de los vaivenes en sus vidas mantienen la alegría y la sonrisa porque han elegido ser, sentirse así.

La alegría creo que es como un sol, a veces nos la tapan unas nubes y siempre está ahí, y puedo tenerla cuando quiera.

Me enseñó con su ejemplo a valorar lo que ya tengo, que la alegría es algo interior que llevo siempre y que nunca la puedo perder, que cualquier circunstancia la puedo asimilar de forma graciosa, riéndome un poco de mi vida, quitando peso a lo que me sucede.

Era un encuentro muy entrañable todas las mañanas ese café que me servían y después a conversar con nuestro idioma universal, con gestos, con la libreta y por supuesto con muchas, muchas sonrisas.
La foto también recoge algo omnipresente en Vietnam: motos, ciclomotores, moto, mira!!!!! otra moto.

Encuentros como este hacen que el viaje merezca la pena. Muchas experiencias por escuchar de un abuelín ya jubilado y otro que te contagia tanta alegría y sencillez por la vida.

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